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Friday, July 1, 2011

Escuchar la voz interior

Las dos hermanas.  Elena tenía dos años, y Amaya 3 meses
Esta semana celebramos los cumpleaños de nuestras hijas menores.  Estoy muy agradecida por ellas.  El gozo que han traído a nuestras vidas es increíble.  Y no solamente el gozo.  También celebro el nacimiento de mi confianza en la voz interior.  Antes de estar embarazada, realmente no sabía mucho sobre el parto.  Mi mamá tuvo unas experiencias horribles con sus partos, y por eso, yo quería tener un epidural tan pronto como fuera posible.  Pero, con el embarazo de mi hija Elena, algo cambió.

Siempre me siento más sensible espiritualmente cuando estoy embarazada.  No sé exactamente por qué, pero parece que estoy más atenta, no solamente a mi cuerpo, sino también al Espíritu Santo y a la voz interior.  Casi inmediatemente, empecé a oír esa voz dentro de mí diciendo que esta vez, era importante dar a luz sin medicamentos.

Pensé que estaba loca.  No me considero muy valiente en cuanto al dolor, y tenía miedo.  Sin embargo, cuanto más intentaba ignorar esa voz, más fuerte se ponía.  Le dije a mi esposo que quería un parto natural, y él estaba incrédulo.  A pesar de sus dudas--y las mías--empecé a leer y estudiar sobre los partos naturales.  Hablé con una amiga que es partera.  Tomé la decisión de seguir a esa voz interior.

Resultó que las contracciones no eran tan dolorosas como esperaba.  Sí, dolían, pero con la ayuda de mi amiga y mi esposo, pude soportarlas fácilmente.  Fuimos al hospital, y estaba riendo con mi partera y Carlos sobre la película en mi cuarto (una de las peores secuelas de El planeta de los simios, que yo detesto).  El obstetra llegó y me indicó que empujara.  De repente, se puso palidísimo como la nieve--el cordón estaba prolapsado sobre la cabeza.  Gracias a Dios, después de empujar tres o cuatro veces, mi hijita salió y estaba perfectamente bien.

Luego, mi obstetra me explicó la gravidad de la situación.  Me dijo que si yo hubiera tenido un epidural y pitocina, que habría tenido una cesárea, y que lo más probable era que mi hija no hubiera sobrevivido, o por lo menos, habría sufrido mucho daño del cerebro.  Si yo no hubiera prestado atención a esa voz interior, no tendría mi preciosa hija.  Todavía me da escalofríos pensar en eso.

Elena, 3 meses
Con el próximo embarazo, decidimos tener el parto en casa.  Mi esposo no estaba muy entusiasmado con la idea, pero él tenía mucho respeto para mis instintos ahora.  Mi amiga partera que nos ayudó con el parto de Elena ofreció a ayudarme con éste, también.

Todo salía muy bien, a pesar del dolor intenso en mi espalda por la posición de la bebé.  Estaba casi completa.  Pero gradualmente, empezó a haber más tiempo entre las contracciones.  Pasaron varias horas, y no nació.  Finalmente, decidimos ir al hospital.

La verdad es que estaba muy asustada.  Después de tantas hora de parto, me sentía agotada, y temía que hubiera algún problema grave.  Dudaba mucho esa voz que me había impulsado a dar a luz en casa.  Obviamente, estaba equivocada, ¿verdad?

Al llegar al hospital, me dieron un poquito de pitocina para acelerar el parto, y los dolores aumentaron mucho.  Las contracciones volvieron tan intensas que les pedí que bajaran la pitocina, y lo hicieron de inmediato.  Ruptaron la bolsa de aguas, y en un instante sentí que descendía la bebé.  Toqué su cabeza con mi mano--el primer toque que ella recibió--y en ese momento, sentí algo tan precioso que todavía no tengo palabras para describirlo.  Fue un momento trascendente que nunca olvidaré.  Ella salió rápidamente.  Resultó que tenía la mano al lado de la cabeza.  Además, pesaba nueve libras y seis onzas.  ¡Con razón tardó un poco para nacer!

Estaba perfecta.  A pesar de ser una bebé tan grande y tener la mano así, no me lastimó para nada.  De hecho, dentro de dos semanas, yo estaba cargando a su hermana mayor en mis brazos mientras caminábamos por las calles de San Juan.  Me recuperé de ese parto más rápidamente que con cualquier de los otros.  Pero, si hubiera planeado un parto en el hospital con obstetra, es casi seguro que habría tenido una cesárea innecesaria.
Amaya, dos semanas de edad
La familia entera el día en qué Amaya nació
Ahora, cuando escucho esa voz interior, presto atención.  Creo que cada mamá tiene esa voz, pero a veces no le hacemos caso.  No tenemos suficiente confianza en nosotras mismas.  Pero, gracias a Dios, estoy aprendiendo a escuchar más y más a esa voz interior.  Tengo mucho para celebrar esta semana.  <3  ¿Y tú?  ¿Cómo aprendiste a seguir tus instintos y escuchar a esa voz tuya?

Participo en Spanish Friday con Tracy de Latinaish.com.  Ella siempre tiene algo bueno para leer.  :)

Friday, June 24, 2011

Las bienaventuranzas para los padres



Photo credit puritani35 on Flickr
El sermón del monte ha sido siempre una de mis partes favoritas de la Biblia. Recientemente he tenido un impulso a leerlo una y otra vez. Aunque creo que se aplica a todas nuestras relaciones, pienso que hay una riqueza especial para descubrir si nos fijamos en esta enseñaza como padres.
 

Mateo 5:3-13 "Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos." ~ RVA  Hay bendición y felicidad en la humildad. Nuestra cultura anima a los padres a actuar por la soberbia.  Muchos tienen la opinión de que los niños son como propiedad de los padres, "menor que" los adultos en casi todos los sentidos. Eso no es la manera de los ciudadanos del reino de los cielos. En el reinado de Jesúcristo, el mayor sirve al menor. 
 

"Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados". ~ RVA 
Estar feliz no es la única emoción aceptable. Podemos ser auténticos con nuestros hijos. Podemos llorar con la certeza de que a Dios le importan nuestros sentimientos. Él nos consuela, sin darnos vergüenza o minimizar nuestro dolor. ¿Cómo les enseñamos a nuestros hijos a lidiar con la tristeza y el dolor? ¿Los consolamos? O hacemos caso omiso de sus gritos, sobre todo cuando no tenemos ganas de ayudar (por la noche, durante las rabietas)? ¿Insistimos en que dejen de llorar para que nosotros no nos sentamos incómodos ("No seas infantil. Los niñ@s grandes no lloran.  Estás bien.  Deja de llorar o te voy a castigar!  No llores--mira, te voy a dar un dulce/ juguete.)? ¿Realmente creerán que Dios los consuele si les decimos, ya sea verbalmente o por medio de nuestras acciones, que su tristeza no es lo suficientemente importante para nosotros para que los consolemos?
 

"Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad". ~ RVA "Dichosos los que no sean enojones o propensos a la ira, porque ellos heredarán la tierra". ~ La Fuente (The Source)  
¿Cómo modelamos la gentileza con nuestros hijos? ¿La mansedumbre? Jesús se describió como manso y humilde de corazón - ¿nos describirían nuestros hijos de esa manera? ¿O es que tratamos de justificar el orgullo y la conducta de acoso (herir o avergonzar a ellos cuando no hacen lo que queremos), porque "somos los padres"? ¿Nos ven como enojados y propensos a los estribos?
 

"Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados." ~ RVA 
¿Estamos constantemente buscando tener buenas relaciones con Dios y con los demás? Esa es la fuente de satisfacción para nosotros. ¿Nos ven pasando tiempo en leer la Palabra de Dios y la oración? ¿Pueden ver nuestra fe en nuestras actitudes y las relaciones? ¿O es que nos ven indiferentes hacia el crecimiento espiritual?
 

"Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos recibirán misericordia." ~ RVA  
¿Tienen nuestros hijos carita de vergüenza con cada error, esperando nuestra condenación? ¿Tienen miedo de decirnos la verdad, porque esperan el castigo? ¿O es que nos ven como llenos de misericordia y la compasión, que venimos al lado de ellos para ayudarlos y alentarlos mientras los guiamos?
 

"Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios." ~ RVA "Felices son los que tienen la mente purificada, porque ellos verán a Dios." ~ La Fuente  
¿Demuestran nuestras vidas un corazón puro? ¿El carácter de Cristo? ¿La pasión por la santidad y el fruto del Espíritu? ¿O hay áreas en las que todavía somos esclavos del pecado? ¿Cuáles son nuestras prioridades? Cuando tenemos el corazón lleno de amor y la mente limpia, podemos ver las huellas de Dios en nuestros hijos. Cuando nuestras percepciones están manchadas por el miedo, el egoísmo o la falta de sabiduría, nos convertimos en adversarios, buscando ver la mala intención detrás de cada acción de nuestros hijos. Cuanto más buscamos el perdón de Jesús para nosotros mismos (purificando nuestros corazones), más libremente se lo ofrecemos a nuestros pequeñitos.
 

"Bienaventurados los que hacen la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios." ~ RVA  
¿Cómo les enseñamos a nuestros hijos a resolver los conflictos? ¿Nos ven como personas apacibles, llegando a traer la paz y sanar rupturas en una relación? ¿Pedimos disculpas e intentamos reparar nuestros errores? ¿Tratamos de ver las cosas desde su punto de vista? ¿Qué podemos aprender de ser padres a través de ser hijos de nuestro Padre Celestial?
 

"Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Regocijaos y alegraos; porque vuestro galardón es grande en el cielo; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros." ~ RVG
¿Nuestros hijos nos ven dispuestos a hacer lo correcto, incluso cuando no sea conveniente, incluso cuando pueda causar daño a nuestra reputación? ¿Cómo respondemos a los insultos? ¿Qué pasa si nuestros hijos nos dicen cosas feas? ¿Respondemos con el orgullo y la ira, o respondemos con paz y confianza? ¿Estamos dispuestos a seguir nuestras convicciones, a pesar de los comentarios insultantes cuando nuestros bebés están "todavía" tomando pecho, o despertando durante la noche?  Cuando nuestros hijos se portan mal delante de otros, ¿respondemos con paciencia y cariño, o con más dureza para hacernos lucir mejor?

Jesús nunca puso ningún límite de edad sobre sus enseñanzas. Nunca dijo: "
Así que, todas las cosas que queráis que los hombres os hagan, así también haced vosotros a ellos, a menos que sean niños". No hay advertencias de que la paz y la mansedumbre, la paciencia y la bondad son sólo para los adultos en nuestras vidas. En cambio, Él bendijo a los niños. Que podamos ser una bendición para nuestros hijos, al seguir su ejemplo.

Todos los viernes, puedes participar con nosotros en Spanish Friday, con Tracy de Latinaish.com  :)

Friday, June 10, 2011

La belleza de esperar


   Hoy es viernes (gracias sean dadas al Señor), y voy a participar en Spanish Friday por primera vez.  Estoy muy emocionada.  :)  A veces es difícil para mí seguir una rutina estricta, pero me gustaría escribir más en español, y es un honor ser parte de esta comunidad de blogueras.  Muchas gracias a Chantilly, Tracy y Eliana por animarme y por la oportunidad de participar.


¿Alguna vez has sentido que estás demasiado alterada como para reaccionar? ¿Y eso resulta ser algo bueno?  Mientras yo esperaba antes de responder a una situación con mi hija, me dio la oportunidad de ver algo bello que me habría perdido si no hubiera esperado.

Sucedió después de una tarde agotadora. La más chiquita ten
ía picazón, y estaba de mal humor.  Por fin se durmió.  Me felicité a mí misma por haber conseguido que la bebé se durmiera y de repente, me soprendió la calma y el silencio alrededor. Yo debería haber sabido que algo raro estaba sucediendo...

Escuché un grito ahogado y entonces mi hija mayor dijo con tono ominoso: "Mamá no va a estar feliz cuando vea esto." Contuve la respiración para no despertar a mi hija que se acababa de dormir, me levanté lo más cuidadosamente posible y sal
í en puntillas a la sala de estar. Cuando vi la escena, me mordí los labios para no gritar... toda superficie imaginable en la sala estaba totalmente manchada con lápiz labial.

Mi hija Elena, de dos años de edad, está fascinada por el lápiz de labios.  No sé por qué, pero está obsesionada.  Todos los d
ías me pide que le compre lápiz labial de color azul.  Un día, para darle gusto, le regalé un par de tubitos de brillo de labios. Su astucia la hizo darse cuenta rápidamente que no era un pinta labios regular y como el azul es su color favorito, el tono no daba el azul brillante con él que ella soñaba.

Yo tampoco tenía su color preferido de Spiderman-azul, a excepci
ón de un lápiz violeta intenso con brillos azules que compré hace mucho por diversión. El lápiz estaba casi completo, como no lo usaba.  Al parecer, decidió que a falta del color ideal, éste era un sustituto acceptable, y en cuestión de minutos : de lleno pasó a vacío, lo utilizó todo.

Pint
ó la sala entera con él. Había huellas de sus manos en las paredes, ya que como al parecer se había subido a admirar su obra en el espejo ... todos los muebles y objetos que tocó, incluídas las persianas, quedaron con su huella, además de los otros muebles que al parecer manchó mientras buscaba dónde esconderse, luego de por supuesto, haberse pintado ella misma por completo.
 

Yo estaba horrorizada. Normalmente guardo todo mi maquillaje en la camioneta porque sé cuán tentador es para ella dejarlo en la casa, pero como la camioneta estaba en reparación había metido todo a la casa lejos del alcance de ella sobre el refrigerador, sin siquiera imaginar que con la habilidad de un monito lograría alcanzarlo.
 

No es el azul brillante que quería. 
La mayoría de las personas opinará que la debería regañar y tal vez darle una nalgada para que aprenda a no tocar mis cosas nunca más, porque generalmente la gente piensa que para que los niños se arrepientan y aprendan hay que hacer de estos momentos una experiencia dolorosa, para que pagando por sus errores puedan entender lo malo que son, ¿no?

Yo estaba tan abrumada en ese momento que entré en el modo de piloto automático. Empecé a limpiar el desorden y gentilmente la ayud
é a lavarse la carita y las manos. No sabía como afrontaría la situación aun, pero desde luego, no quería que lo volviera a hacer.   Sin embargo, no quería avergonzarla o castigarla.  Creo que todos somos digos de respeto, cortesía y bondad, sin importar la edad.  Prefiero guiar a mis hijitos con amor y paciencia, y disciplina en forma de enseñanza, sin castigos.  Por eso, traté de calmarme, y mientras yo esperaba, ella me sorprendió.

Mi peque de dos años de edad comenzó a hacer todo lo posible para ayudarme. Comenzó a frotar la alfrombra tratando de limpiarla y me dej
ó lavar sus manos y su carita. Se abrazó a mis rodillas con fuerza (sin darse cuenta que seguia manchando mis pantalones), y me miró con carita de preocupación. "Lo siento, mami: Se me rompió el lápiz labial, te doy uno de los míos, aquí está; me dijo. Este no está 'rompido' y es bueno, úsalo, es para ti! ¿de acuerdo?" y rápidamente me trajo su sabor favorito.

Le di gracias a Dios intensamente por haber estado demasiado abrumada como para gritar o intentar castigarla (el tener miedo de despertar al bebé me ayud
ó, también). De alguna manera, hemos sido condicionados para creer que tenemos que hacerles sentir mal a nuestros hijos para que ellos hagan el bien. No es cierto. No es necesario crear remordimiento.  A veces, todo lo que necesitan es un poco de tiempo para darse cuenta de lo que han hecho mal.

Ella estaba tan ansiosa por hacer las paces, y con generosidad me ofreció sus pequeños tesoros para reemplazar lo que había roto. Si yo la hubiera regañado y castigado, yo nunca habría visto o reconocido la sinceridad de su gesto, porque inconscientemente hubiera asumido que lo hacía por obligación, no porque ella quería.

Creo que tengo una nueva herramienta en mi caja de herramientas para padres ahora: “Esperar”. Esperar a que mis hijos se den cuenta de lo que ha sucedido.  Puede ser que tarda unos minutos o puede tomar mucho más tiempo antes de que lleguen a la madurez necesaria para comprender. Habrá que seguir enseñándoles en el proceso, pero estoy segura de que si esperamos, vamos a ver cosas hermosas que de otra manera no veríamos.
 

Cosas hermosas como el tierno corazón y la generosidad de espíritu en mi pequeña artista de lápiz labial.